Hombres en movimiento
Hijos de la ira, soberanos del fuego del cambio

Querida Mar,Habitar el reino que reúne seguridad y vitalidad es unode mis mayores deseos personales, y un sueño
generacional que nos reta a las parejas quevivimos este tiempo. En ese intento estamos, aún
siendo hijos de la Ira.En el Señor de los Anillos, uno de los libros con el que crecí y que sabes bien cuánto amo, un
personaje cuyo nombre significa “rey verdadero” (Aragorn), encarna a un hombre que proviene de un linaje que ha abusado del poder y ha generado
enormes daños. Alejándose del poder, avivando la desconfianza por donde pasa y percibido
como un advenedizo; vaga por caminos que van desde dejar atrás la casa de una autoridad peligrosa,
hasta la búsqueda de un linaje de hombres que aún no existe, con la única guía de la llamada a
tomar la soberanía.Una panda de advenedizosCuántas veces me ha pinchado esa sensación cuando he “visto” la falta de credibilidad del otro,
cuando he sentido el temor o la certeza sobre la mía propia, y cuántas he sido testigo de la reacción
de desconfianza sobre el lugar que ocupaba un hombre. Es una evidencia que la estructura del
patriarcado está compuesta por los principios de dominación, competitividad y desigualdad.
Es una evidencia que hay una masculinidad hegemónica construida desde ahí. Lo que no
parece tan evidente es que todos los hombres tenemos una sombra de profunda violencia
atrás nuestra. En ese sentido somos Hijos de la Ira. Así, no es de extrañar la desconfianza
hacia un hombre en el espacio íntimo, ni hablar del espacio público en relación con
mujeres herederas de un movimiento feminista de liberación que tiene siglos a su espalda. Si el
deseo es hacer posible nuevos espacios de encuentro, como hombre me toca la tarea
ineludible de sostener un verdadero proceso de autocrítica y ser el primero en empuñar la desconfianza sobre mi masculinidad heredada.Afortunadamente puedo decir que estoy en relación con muchos hombres hermosos con
los que comparto este camino. ¿Pero qué pasa con nosotros?, ¿qué pasa con los hombres
profeministas, y que se cuestionan su masculinidad?, ¿estaremos siendo todos una
panda de advenedizos?. ¿Estaremos al mismo tiempo que andamos este movimiento, creando una nueva categoría de hombres que se quedan en asimilar las primeras estrofas
del discurso igualitario sin profundizar? Si en una parte es así, sin duda estamos sembrando
desconfianza. En otra parte sé que no es así. Hay hombres comprometidos con un cambio
verdadero. Y no desde hace poco tiempo.En la historia mayor, el primer grupo de hombres conocido en occidente nació en california en el año
1971. Al calor de diversas movimientos por los derechos civiles (antimilitaristas, feministas, raciales,
indigenistas y LGTBI) . En nuestro territorio José Ángel Lozoya abrió en Sevilla uno de los primeros grupos de hombres en el año 1985. Creando con otros entre los que se encontraba Luis Bonino “la red de estudios de los modelos masculinos” en el año 93.Como te conté, esta memoria vivida trajo José Ángel en el último encuentro de hombres. No lo veía
desde hacía 18 años. Fue sobre el año 2003 cuando vino a darnos apoyo en la creación del grupo
“hombrecitos de madera” de Jerez de la Frontera.
Este grupo lo impulsó mi compañero y amigoAntonio Martínez, en colaboración con cuatro hombres más entre los que me encontraba. Veníamos del activismo pacifista, queríamos dejar de ser esos hijos de la Ira y decidimos girar a cambiar el mundo de dentro a fuera.Son innumerables los relatos de hombres que cuentan no haber tenido referentes masculinos
que los guiasen y esta es realmente una parte importante del mapa. Pero, no es menos cierto, que si
buceas un poco puedes encontrar la figura de algún hombre que, aunque fuera fugazmente, se prestó
a guiar tus pasos y te dejó alguna semilla en los bolsillos. Yo he tenido la fortuna de caminar con
varios, y Antonio fue uno de ellos.Sabes, encontrar nuestros referentes masculinos y honrarlos es uno de los trabajos que hacemos
todos los años en el círculo de hombres en movimiento.Hijos de la ira, soberanos del fuego del cambio.En mi pequeña historia hay un surco bien claro que marca cómo me precipité hasta este artículo. En el
año 1990 fundamos, junto con otros alumnos y profesores, una asociación pacifista muy activa en
respuesta a la llamada guerra de Irak. Después de eso milité durante más de 10 años en el
movimiento antimilitarista que cuestionaba directamente el modelo hegemónico de masculinidad, así
como el sistema biocida de resolver los conflictos a través de la violencia. Yo empecé con 17 años, y
recuerdo con amor a muchos de los hombres que abrieron camino en esta vía de la insumisión,
siendo juzgados y condenados por acercarnos un poco más a una cultura de paz.Al mirar atrás veo una pasión desmedida puesta en nuestra lucha que aunque era siempre no violenta
por nuestra parte, nos exponía a penas de cárcel, sanciones, detenciones, inspecciones fiscales e
inhabilitaciones públicas de magnitud colosal. El combate era tan desigual que más que al valor y a
mis principios (que estaban), te confieso que la explicación que puedo encontrar de mi persistente
pelea es la de una enorme ira e indignación sublimada en una causa justa.En España veníamos de una generación de abuelos iracundos y autoritarios. Recuerdo a mi abuela
materna que siempre decía, al hablar de mi abuelo, que ella había tenido mucha suerte porque mi
abuelo “era muy trabajador y no pegaba”. Por el contrario los hombres que ahora tenemos entre 30
y 50 años pertenecemos a la llamada generación de hombres suaves, como narra con mucha claridad
Robert Bly en Iron Jhon. Así fuimos socializados con el pedido a veces no explícito de que fuésemos
hombres pacíficos, dialogantes y comprensivos. En contraposición a nuestros abuelos y padres. Una
generación de hombres “buenos” que hicieran de cortafuego a la violencia. Ese pedido es sin
duda un movimiento sistémico de evolución.Pero yo me sigo preguntando…
¿Cómo ser pacífico sin ser manso?, ¿cómo
desarrollar un modelo de autoridad no violenta
sin restar el valioso fuego del enojo? Sé que
somos una especie de generación
puente que rechaza y reprime el modelo de
masculinidad anterior. Y está por encuerpar
un modelo de hombre sólido, fuerte, que
además de preservar la vida porta el
fuego que la crea.Querida Mar, restituir la fuerza y el brillo, reconectar con el propio fuego, han sido claves
fundamentales en el trabajo de estos últimos años conmigo mismo y con los hombres que están en
movimiento. Este es mi compromiso. Dejar de ser Hijos de la Ira para encender el fuego, aprender
a sostenerlo y entregarlo para crear el mundo que soñamos.Con amor por nuestro mundo y nuestros retos.Juanjo
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